Recordemos lo que Urano, planeta descubierto en 1781 y que se asocia con los cambios revolucionarios, la energía de fusión, (Amor) y de fisión (desintegración) propone, provoca, libera el cambio que tarde o temprano sale a la luz.
Urano exige que aprendamos la lección que abarca la necesidad de evolución. ¿Qué ocurre cuando esta carencia no es satisfecha? La energía uraniana es poderosa, es Hochmah en el Árbol Cabalístico y su fuerza amorosa nos sana o nos lleva al límite de nuestras fuerzas. Es donde se origina la tensión, la crisis y también la creatividad, el resurgimiento del impulso amoroso que evoluciona hacia las mejoras sustanciales de nuestra vida.
Con el tránsito de Urano en Aries, nos vemos obligados a modificar lo que no está en línea con lo que nuestro Yo Superior nos “exige”, por lo tanto se establece un pacto subliminal entre el yo profano y el divino.
El movimiento retrógrado de Urano puede significar que toda la fuerza de este planeta se revierte en nuestro interior y esto puede ser peligroso porque si el uranio se concentra, si no tiene vía de escape, el desastre puede ser imprevisible y generar movidas internas de impacto. Tenemos el libre albedrío, podemos dirigir nuestro potencial, pero si no hemos atendido estas “peticiones”, acabarán por acumularse material radioactivo y esa fuerza concentrada descargará en nuestra vida a modo de olla a presión. Es lo que tiene tener a Urano sin control. La libertad es nuestra prerrogativa pero cuando no la ejercemos adecuadamente se nos pone en contra.